jueves, 10 de noviembre de 2011

Nota sobre jazz en Tiempo Argentino

DÓNDE ESCUCHAR JAZZ EN BUENOS AIRES

Una guía de lugares de encuentro para los amantes del buen ritmo

Publicado el 10 de Noviembre de 2011

Tanto por el incremento del turismo como por la persistencia y el esfuerzo de los jazzeros que han logrado un circuito de seguidores, el género pasa por un excelente momento. Imposible escuchar sin marcar el compás. 
 
Los programadores de los principales espacios de la escena del jazz local coinciden en que el momento que vive el género musical es muy positivo. Existen muchos lugares para que los músicos se presenten, pero sobre todo está la materia prima, varias generaciones de jazzeros que han configurado por sí mismos, con esfuerzo y gran pasión, un circuito del cual hoy se nutren.
La mayoría de los clubes, como suelen llamarse a estos sitios en el léxico del jazz, se concentran en el barrio de Palermo, aunque uno de los más antiguos está en Barrio Norte: Notorious. Habiendo nacido como disquería, ya hace casi 15 años, incorporó luego la dinámica de presentar en vivo a músicos de jazz y ofrecer servicio de gastronomía.
Hace dos años, el club de Callao al 900, tiene nuevo director y ha incorporado a su grilla tradicional, artistas de música popular brasileña. Es manejado por Víctor Ponieman quien comenta que “Notorious es el único lugar en Buenos Aires que conjuga, en un mismo espacio, música, gastronomía, venta de CD, DVD y artículos electrónicos, todo de la mejor calidad.” En un ambiente de sofisticación, Notorious, incluye en su agenda a músicos consagrados pero también a algunos que vienen creciendo y renovando la escena. El público que asiste, según su director, “es muy variado: extranjeros, vecinos de Barrio Norte, músicos, estudiantes de música y bohemios amantes del jazz”.
Otro club, que ya ha pasado la década y se ha constituido como eje del jazz local, es Thelonious, cuyo nombre hace honor al legendario pianista norteamericano Thelonious Monk. Entrando por Salguero, casi esquina Güemes, luego de subir una escalera, el visitante encuentra un lugar de eterna luz tenue, con mesitas en hilera y una extensa y bien aprovisionada barra en la que acodarse –tal vez con un trago– para escuchar a los músicos y perderse en la hipnótica lámpara que cuelga sobre el escenario. Abrió sus puertas en 2000, y sus dueños, los hermanos y músicos Ezequiel y Lucas Cutaia, hijos de Carlos Cutaia (Pescado Rabioso, La Máquina de hacer pájaros), le han dado una impronta de club neoyorquino, en donde el ambiente no es ceremonioso, sino que permite que la atención fluctúe entre los comentarios, la escucha atenta y el arranque de los aplausos.
Sin duda estos clubes han sido beneficiados por el boom del turismo que a partir de 2001 comenzó a aprovechar las ventajas en el cambio monetario. Esto explica que aparezca el término “extranjeros” tanto en los comentarios de Ponieman como en los de Ezequiel Cutaia que aclara que en Thelonious los precios son iguales para locales y foráneos.
A la vez, el turismo no es suficiente para entender la expansión de la escena. Tal vez el concepto de club no sea meramente declamativo, sino que se encarne en socios que le dan vida e institucionalizan los espacios. Los mismos músicos, sus amigos, conocidos y pequeños circuitos de seguidores son los primeros en integrar este círculo íntimo que luego se expande a estudiantes del género, jazzeros clásicos y ocasionales.
Aunque por esta misma razón la escena tiene, según Cheche Ordoñez, programador de Vinilo Bar, más músicos que público. Cheche dirige el espacio de Gorriti al 3700, que funciona hace dos años y ha sido pensado íntegramente para conciertos, “desde que la cocina esté en otro lugar, el camarín tenga una entrada directa al escenario, a que la sala esté lo más acustizada posible y que el escenario tenga un piano afinado”. En Vinilo se escucha jazz, pero no más de una vez por semana. El programador explica: “Hay una cantidad y calidad excelente de músicos de jazz. Por esto sucede que se toca mucho todo el tiempo y lo que termina pasando es que luego asiste poca gente”. Para él existe “una falta de estrategia sobre la carrera en los músicos de jazz, que en vez de tocar una vez por mes y llenar, tocan todas las semanas en todos los lugares”.
Una opinión similar aporta Litay Luna, la programadora del más nuevo de los clubes, próximo a cumplir un año, el coqueto Boris Club de jazz, situado en Gorriti al 5500. Dice Litay: “Tratamos de que los músicos no nos incluyan en los circuitos cuando tocan en varios lugares, sino que les pedimos que estén un tiempo largo sin tocar antes de venir a Boris o que nos tomen como primer punto de referencia para la presentación de su disco.” Explica que esto tiene que ver con que Boris es uno de los que ofrece mayor capacidad entre los clubes de jazz, 170 personas. El inconveniente que tienen los músicos del género es poder mantenerse haciendo lo que les gusta, por eso Litay comenta: “Si tu decisión de vida es vivir de la música, es evidente que tenés que trabajar y con una sola fecha al mes es imposible.” Esto se conecta también con las particularidades generales del público de jazz que, según Luna, “tampoco tiene ingresos demasiados altos como para seguir al músico toda la semana a varios sitios”.
En Boris han llegado a conformar una big band propia, aunque el espacio que le dedican al jazz es de un 80% aproximadamente. En cambio en Virasoro Bar, otro de los viejos clubes con diez años a cuestas, el jazz ocupa casi la totalidad de la agenda. Funciona en Guatemala al 4300, en una casa art decó diseñada por Alejandro Virasoro, arquitecto de vanguardia de los años ’20, del cual obviamente se sirvieron para bautizar su club. Paula, su dueña, explica que lo interesante de Virasoro es que “es un lugar pequeño y el contacto con los músicos es bastante cercano”. Para ella, actualmente se está escuchando en la ciudad un jazz de gran nivel, “parejo en cantidad y calidad, porque hay muchos buenos músicos en todos los instrumentos y todos con muy buenas propuestas, con investigación y estudio”.
Lo interesante es que por la búsqueda de público o por el gusto personal de sus programadores, la mayoría de estos lugares han redoblado sus apuestas e incorporado otros géneros musicales a sus agendas. Casi todos con la impronta de la fusión rítmica, característica que no le es nada extraña al jazz que es un género que se sustenta desde siempre en este recurso. <

http://tiempo.elargentino.com/notas/una-guia-de-lugares-de-encuentro-para-los-amantes-del-buen-ritmo

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